Para Leer
«Señoras y señores: dejen los libros a altura de lxs niñxs, que ellxs elijan»
Para Leer
«Señoras y señores: dejen los libros a altura de lxs niñxs, que ellxs elijan»

Diez años atrás la editorial Pípala apareció como un espacio singular dentro del mundo de los libros álbum. Dibujó un nuevo territorio y supo construir una identidad propia. Eugenia Almeida conversó con Clara Huffman, directora editorial de un sello que está haciendo historia.

Clara nació en una familia habitada por los libros. Su bisabuelo fundó la librería y la editorial El Ateneo, su madre es la mítica Adriana Hidalgo. Siguiendo esa tradición, Huffmann supo encontrar un camino propio en la construcción de lo que quizás sea el mayor logro en el ámbito editorial: que un sello sea la garantía de todos los libros que publica.

Que los lectores nos asomemos a nuevos autores por la confianza y el lazo que hemos hecho con esa sello. Algo de lo que define a Pípala está escondido en su nombre.

Cuenta Huffmann que, cuando todo comenzó y había que pensar en un nombre para la editorial, ella estaba leyendo una novela gráfica sobre la vida de Buda.

Pípala es el nombre del árbol bajo el que Buda experimenta la iluminación.

– ¿Cómo nació la editorial?

Pípala nació a los 10 años de Adriana Hidalgo. Ante una sensación de que “faltaban” libros interesantes para niñxs. Ya existían algunas editoriales de calidad, pero era minoritario, por lo menos en Argentina. Recorriendo librerías y luego Ferias, comencé a observar que había muchos libros de calidad que valía la pena revalorizar, poner a la vista. Libros en tapa dura, estética y literariamente maravillosos. El recuerdo de lo que eran los libros en mi infancia me acompañó todo ese proceso de búsqueda. Era necesario sacar a la literatura infantil y a los libros ilustrados del lugar marginado en el que estaban.

– ¿Qué balance hacen en este décimo aniversario?

El balance es bueno, sobre todo es feliz porque veo el nuevo catálogo donde conviven todos los títulos y veo el crecimiento, las decisiones, el camino andado, y siento coherencia, tranquilidad y entusiasmo.

Estamos transitando un momento difícil económicamente en todo el ambiente editorial, y no se ve un horizonte despejado, por lo cual es un momento de muchas preguntas. Estamos empujando e intentando seguir. Las novedades que tenemos proyectadas son muy especiales, y la intención es seguir por ese camino.

Un aspecto nuevo y que avanza con fuerza es el género de libro informativo para niñxs. Hemos publicado Osos y en 2020 publicaremos La gran expedición, un libro sobre el inicio del universo, hasta hoy. No sólo es una propuesta original en su formato y concepto, sino que es un proyecto absolutamente bello.

– ¿Cómo es el proceso para elegir qué publicar?

El proceso es sumamente gozoso: revisar catálogos de cuanta editorial conozca. Leer y releer textos. Hablar con autores. Mirar decenas de pdfs mensualmente.

Publicamos poco y por eso somos muy selectivos, nos tomamos nuestro tiempo para elegir. También le damos el tiempo a cada proyecto para que se produzca (ilustre, traduzca, maquete, o etc.) y madure. Siempre me pasa que me preguntan cuál es la fecha para el cual necesito un trabajo, respondo cada vez igual: sin apuro, pero a conciencia. Lo que necesite esa historia para desarrollarse del mejor modo.

-¿Hay algún libro que hayas decidido no publicar y luego te hayas arrepentido?

Buda, de Osamu Tezuka. Nos querían dar sólo los derechos para América Latina y decidimos esperar a que venciera el contrato de España. Nunca logré volver a contactarme con la agencia. Interpreto que la distancia física, y ni que hablar de la idiomática y cultural, coartaron mis vanos esfuerzos.

– Muchos adultos somos seguidores de Pípala (sin que medie una lectura compartida con un niño). ¿Pensás también en esos lectores cuando armás el catálogo?

Definitivamente. Este catálogo nació antes de que yo tuviera hijxs o un estrecho vínculo con el mundo de la infancia. Más bien creo que la niña interna fue marcando el rumbo, en el cuerpo de adulta. Tengo la firme convicción de que los títulos de Pípala son aptos para todo público. Algunos puede que tiendan más a la infancia, otros, sin duda, tienden más (¡mucho más!) a esos lectores adultos de los que hablamos. Creo que esta es la parte desafiante del catálogo, muchas veces no es fácil encasillarla (¡por suerte!) y en algunos espacios esto complejiza la circulación de los libros. Muchas veces me piden que diga para qué edades son estos libros… intento resistirme, pero a veces el mercado es más fuerte. Queda asentado que sólo lo hago porque me lo piden, y no porque considere que los libros son para una sola franja etaria. Al contrario: limitar un título a 4 años o a 10, lo único que hace es discriminar, separar.

Clara Huffman

– Estás radicada en la Patagonia. ¿De qué manera eso influye en tu trabajo?

Esta fue la pregunta que más me gusta, pocas veces me lo preguntan. ¡Influye muchísimo! El contexto, a cualquier persona, haga lo que haga, la influye. En sus hábitos, en su forma de ser, en su trabajo. El movimiento al sur fue, para mí, muy liberador. Has seis años y medio vivo aquí, de modo que casi todo el catálogo fue pensado y trabajado desde la Patagonia. Estar aquí me da aire y espacio, me permite organizar el trabajo en horarios que son funcionales a mi vida. Me permite disfrutar de lo que hago más plenamente, me hace pensar los libros de otro modo, con otro tempo, sin apuro. Y creo que me quedo un poco afuera de la vorágine de las grandes ciudades, que para algunas cosas está bueno, y para otras es complejo, porque desde un aspecto comercial, las cosas tienen que ir rapidito. Pero creo que he conseguido encontrar un buen equilibrio: edición en Patagonia, diseño en Buenos Aires, impresión en Oriente, comercio en América Latina y España. Es un recorrido interesante: soy la que inicia el proceso y la última en recibir ejemplares del libro impreso. ¡Tuve que aprender a manejar la ansiedad!

– Venís de una familia atravesada por la literatura. A la hora de convertirte en editora ¿eso jugó a favor, en contra o una mezcla de ambas cosas?

Sucedió casi sin querer. Siempre amé los libros y hoy, ser parte de su creación, de verlos materializados en papel, me parece extraordinario. Cuando alguien me pregunta por mi trabajo y cuento de qué se trata, se maravillan. Y ver esa maravilla me llena de incredulidad y tomo conciencia, cada vez, de lo afortunada que fui. Por mis antepasados, mi familia, la libertad y la sincronía.

– Alguna vez dijiste que te gustaría tener una librería. ¿Ese deseo sigue en pie? ¿Qué es lo que te atrae del trabajo de los libreros?

¡No! Amo las librerías, pero el trabajo de librero es muy arduo y creo que hoy me marearía ante tantos títulos y tantas distribuciones y la complejidad de las finanzas y la economía en general. Creo que mi sueño tenía que ver con una mirada más bien romántica y anticuada. La librera que se sienta en su sillón y lee. Hoy hay que publicar en las redes, hay que buscar a los clientes, sobrevivir a los gastos fijos. La vida me fue poniendo otros intereses en el camino y fui abriéndome (un poquito) del mundo del libro.

– ¿Te gusta intervenir tus libros? (Subrayarlos, marcarlos, hacer anotaciones). ¿Das espacio a que un lector haga eso con los libros que editas?

Tuve épocas en que escribía de todo, ¡subrayaba incluso con birome! Hoy no, me encuentro en un momento en que leo por placer, disfrute, sin que medie demasiado la mente. Soy sincera conmigo misma: sé que posiblemente no vuelva sobre el libro leído, ¡hay tanto para leer! Pero sí, me parece hermoso dejar huellas en los libros. Fui fanática de los libros usados, amaba encontrar anotaciones ajenas, dedicatorias añejas. Ahora se me pasó el fanatismo porque donde vivo no hay librerías de usados… pero de vez en cuando encuentro alguna joyita donada a la biblioteca popular de Trevelin y me encanta.

Mi hijo hace sus intervenciones en los libros de Pípala y me parece bien. Antes de que él naciera era un poco fundamentalista de los libros ilustrados: sentía que ya tenían todo lo que necesitaban. Hoy entiendo que la manipulación de los libros es, para lxs niñxs, fundamental. Tocarlos, babearlos, dibujarlos. A veces se rompen. Y bueno, habrá aprendizaje también ahí. Señoras y señores: dejen los libros a altura de lxs niñxs, que ellxs elijan, que ellos miren sin supervisión. Es la mejor experiencia de lectura que podemos darles.

– ¿Qué libros te gustaban cuando eras chica?

Creo que casi todos. Todavía hay colecciones enteras en la casa de mi mamá. Supongo que mis lecturas estaban muy mediadas por lo que gustaba a mi madre y a la librera de El Ateneo, Edith, que me ayudaba a elegir cada vez que íbamos al Ateneo de la calle Florida: esos días para mí eran una fiesta secreta y silenciosa.

Eugenia Almeida