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El “Trinche”, el mito en el que elegimos creer
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El “Trinche”, el mito en el que elegimos creer

Para robarle una bicicleta, mataron al crack que acumuló elogios entre quienes lo vieron; pero del que casi no hay registros filmícos ni coincidencias respecto a por qué no trascendió, pese a que jugaba “mejor que Maradona”.

No cumplió con ninguno de los protocolos futboleros salvo el elemental: ser un jugador exquisito. Poco se sabe respecto a por qué pasó su vida en el ascenso pese a sus innatas condiciones. Zurdo, como buena parte de las leyendas contemporáneas de nuestro país, el asesinato de Tomás Felipe Carlovich, el “Trinche”, es un sacudón que excede a llevarse cualquier vida.

Es posible que nadie sepa en qué momento de su vida escuchó por primera vez hablar de él. Pero ese mismo día, elegimos creer. La búsqueda de un archivo de las décadas de 1970 o los primeros ’80 no arrojaría imágenes suyas en una cancha. Y poder hacerle una entrevista tampoco arrojaba certezas. Su modestia y su falla selectiva en la memoria jugaban en contra.

Eso sí, tras su muerte, el productor audiovisual Pablo Grecco, oriundo de Monte Maíz, en el sudeste de la provincia de Córdoba, sacó del archivo algunos minutos del «Trinche» en acción. Fue en la final de la Liga Beccar Varela de 1987/88.

A Carlovich, de 42 años, se lo ve en acción con la casaca 7 de Argentino, ante Lambert. Fue en el partido de ida, que terminó 1-1 (gol del «Trinche», aunque con complicidad del arquero).

Para la revancha, de visitante, el rosarino decidió no estar… y el festejo fue de Lambert.

Si pasaba mucho tiempo sin recordarlo, uno hasta podría percibirlo como un personaje de fantasía, nacido de un cuento de Osvaldo Soriano o, más bien, de Roberto Fontanarrosa. Pero existía.

Todas las certezas que dejó adentro de una cancha de fútbol, las transformó en interrogantes fuera.

El hombre mítico ni siquiera recordaba una jugada de aquella jornada de 1974, cuando según afirman todos los participantes del partido, la rompió en la victoria de un combinado de Rosario sobre la Selección argentina, que se disponía a jugar el Mundial de Alemania.

Alejandro Caravario escribió su biografía (“Trinche”, de editorial Planeta) sabiendo que tenía muchos huecos por llenar.

César Luis Menotti, coterráneo suyo, lo incluyó en una preselección de aquellos combinados ‘del interior’, pero Carlovich nunca fue a entrenar. Y pese a que el “Flaco” asegura que la excusa fue que estaba pescando y no pudo volver por la crecida del río, el hijo de un inmigrante croata lo niega, y afirma que “hasta hace pocos años no sabía ni encarnar”.

Algunos años atrás, también el periodista Daniel Console se lanzó en la búsqueda de certezas. Pero terminó dejando que hablen fuentes varias, ante la escasez documental. En ese camino va «El Trinche Carlovich – el séptimo era duende».

La referencia es que era el menor de 7 hermanos.

Su vida de jugador es un mito. Pero hay un relato coincidente: el de un volante central exquisito, de gran pegada y una excentricidad tal que en sus actuaciones de sábado por la tarde el público lo empezó a reconocer por ser el autor del “caño doble”, a la ida y a la vuelta.

Ídolo de Central Córdoba de su ciudad natal, sus condiciones futbolísticas hipnotizaban. Si hasta Marcelo Bielsa habría pasado cuatro años de su vida siguiéndolo, bajo la reconocida consigna popular «esta noche juega el Trinche». En Independiente Rivadavia de Mendoza también acaparó la atención de todos.

El documental “Informe Robinson”, realizado para la televisión española y conducido por el exjugador británico Michael Robinson, cierra con un protagonista con lágrimas en los ojos, lamentando no haber podido jugar más que un puñado de partidos en Primera División.

Si le gustaban las salidas nocturnas es otro de los interrogantes. Pero es una certeza que no iba a todos los entrenamientos, o podía faltar sorpresivamente a un partido clave. Sin ídolos ni recuerdos de haber visto un partido en alguna cancha o por TV, Caravario lo recuerda, sin embargo, con “una gran memoria para sus infortunios”.

De carácter ermitaño y con pocas palabras en su glosario, Diego Maradona recordó en su paso por Newell’s, en 1993, que una gran cantidad de hinchas le hablan de alguien que era mejor que él.

En febrero pasado dos leyendas se juntaron en el hotel en que concentraba el plantel de Gimnasia y Esgrima de La Plata, en tierras rosarinas. Diego le firmó una casaca de Central Córdoba con dedicatoria: “Para el Trinche, que jugaba mejor que yo”.

El estadio en el que jugara se llenaba, y así fue que la dirigencia de Los Andes, una tarde que recibieron a Carlovich y Central Córdoba, hicieron lo imposible para que juegue pese a que se había olvidado el DNI, requisito indispensable para jugar en aquellos tiempos.

Se atrevió a contar que cuando un árbitro lo había expulsado, lo hizo volver al terreno de juego ante la reprobación de la gente. Pero en palabras de Menotti, “le gustaba más jugar al fútbol que ser profesional”.

Cómo desmentir a José Pekerman o Carlos Timoteo Griguol, que lo vieron y lo describieron en la misma línea.

Solitario y con la cadera “tocada” por el paso de los años, su hijo contó al conocerse la novedad de la brutal golpiza que recibió, se había comprado una bicicleta nueva. Para robársela asesinaron. en medio de una pandemia mundial, a un jugador invisible pero intocable a la vez.

El estadio «Gabino Sosa», el que más disfrutó de su brillo, lo despidió con casi un millar de personas en sus tribunas, pese a la cuarentena vigente. Por si hacía falta nobleza para romper el confinamiento.

Por: Aníbal Abt