

El recorrido que propone «Turismo Ciencia», el proyecto de divulgación de la Universidad Nacional de Córdoba, nos traslada a la Patagonia.
Seguimos el curso del Río Negro. No lo hicimos navegando, aunque puede hacerse en embarcaciones pequeñas, si uno está dispuesto a permanecer en el agua durante varios días.
En el comienzo de esta travesía, nos encontramos con este gran curso de agua, el mayor de la Patagonia Argentina, en su nacimiento mismo. Está a pocos kilómetros del centro de la ciudad de Neuquén, en la confluencia de sus dos afluentes. El río Neuquén por el norte, proveniente de la cordillera del norte de esa provincia y sur de Mendoza, y el Limay por el sur, que viene directamente del Lago Nahuel Huapi. Ambos han sido intervenidos con numerosas obras hidráulicas en su descenso. El Limay, con grandes hidroeléctricas. El Neuquén, con obras para regulación de crecidas y para derivación de canales de riego. Son los responsables de la fertilidad del Alto Valle del Río Negro, ese oasis frutal en el medio de la estepa.

El Río Negro mismo, en cambio, no tiene obras de envergadura que interrumpan su fluir, aunque sí canales que nacen de su curso. ¿Hasta dónde recorrimos el Río Negro? Hasta su desembocadura en el océano, muy cerca de El Cóndor. Es el balneario marítimo más próximo a Viedma, la capital de la provincia de Río Negro. Allí, propiamente en una playa llamada El Pescadero, se abre el curso del río en un pequeño estuario, que finalmente entrega sus aguas al mar. Aguas cordilleranas y transparentes en origen, pero que llegan algo turbias al final de su viaje, después de un largo recorrido por tierras más bien llanas. Por ese estuario intentó ingresar la flota brasileña que invadía la región en 1827, en el marco de la guerra con ese imperio. El propio río y la resistencia de las milicias locales frustraron sus intenciones. Esos episodios están registrados en el monumento del Cerro de la Caballada, en Carmen de Patagones, donde se produjo el combate final. En la desembocadura del Río Negro estuvo fondeado también el bergantín Beagle, al mando del capitán Robert Fitz Roy. Llevaba a un ilustre tripulante-naturalista: Charles Darwin, en 1833. A pocos kilómetros, sobre un promontorio, se levanta desde 1887 el histórico Faro del Río Negro.
Del recorrido de este gran río, de Oeste a Este y de más de 600 kilómetros, plagados de atractivos naturales e históricos, elegimos solo tres enclaves para este relato. Uno en el Alto Valle, otro en el Valle Medio, y un último en el Valle Inferior.
El Alto Valle está indisolublemente ligado al cultivo de frutales. El río, por sí solo, no es suficiente para volver fértil semejante extensión. Sabemos que el agua tiene la tendencia a bajar por gravedad, y el río ya ocupa la porción más baja del valle. Por eso, para crear este oasis, debieron construirse grandes canales de riego, que circulan a algunos kilómetros del propio río, por la parte más alta del valle. Esos canales nacen aguas arriba. En particular, el canal principal del Alto Valle no nace en el propio Río Negro sino en su tributario, el Neuquén. Concretamente en una presa de derivación, que se denomina Ing. Ballester y es compartida por las provincias de Neuquén y Río Negro. El canal, sin embargo, yace del lado rionegrino y circula íntegramente por esa provincia. Tiene más de 130 km de largo, y de él se derivan canales secundarios que permiten llevar el agua hasta cada uno de los surcos donde crecen manzanos, perales y tomateras. El Alto Valle del Río Negro está irrigado, entonces, por agua del Río Neuquén.
Ya en el Valle Medio, la localidad de Choele Choel se encuentra en la margen norte del río. Allí el Negro está dividido en dos brazos, que dejan una enorme y fértil isla entre ambos. Esa porción de tierra cercada por los brazos del río tiene 30 km por 10 km de extensión y contiene, además de campos cultivados, pueblos enteros. Muy cerca de uno de esos pueblos de nombre Pomona, aparecen dos instalaciones relacionadas con la generación de energía: el Parque Eólico Pomona, y a muy pocos metros la central hidroeléctrica Ing. Céspedes. ¿Por qué resulta llamativa? Porque se halla ubicada sobre un canal de riego. El Río Negro es tan caudaloso, que incluso los canales que se derivan del mismo, fácilmente superan a nuestros ríos serranos.

En el Valle Inferior, además de la propia desembocadura, sobresalen las ciudades hermanadas de Viedma y Carmen de Patagones. Sus antecedentes datan de 1779, cuando inmigrantes españoles conocidos como maragatos se asentaron en la región y tomaron contacto con los habitantes originarios. Los maragatos subsistieron en condiciones precarias, y tuvieron en un comienzo que vivir en cuevas que ellos mismos excavaron en las barrancas del río. Hoy ambas ciudades están unidas por dos puentes. Uno carretero al nor-oeste, y otro ferro-carretero al sur-este. Este último es singular: se trata de uno de los pocos puentes levadizos que estuvieron en servicio en Argentina. Lamentablemente, desde 1957 ya no se levanta más. Hoy, el tráfico de embarcaciones que circulan bajo el puente se limita a kayaks y lanchas de recreo. Sin embargo, la silueta de este gigante de acero, con sus mecanismos de elevación y sus grandes tanques de contrapeso, sigue siendo una marca inconfundible de estas dos ciudades, separadas y a la vez unidas por el Río Negro.

Las personas que desean cruzar rápidamente de Patagones a Viedma o de Viedma a Patagones prefieren, la mayoría de las veces, hacerlo de otra forma. Hacen uso de una pequeña lancha colectiva que brinda ese servicio en forma ininterrumpida desde el amanecer al anochecer, durante todo el año. El cruce demora apenas dos minutos y es sumamente económico. Realizar esa breve travesía, junto con los habitantes de estas ciudades fluviales, en ese particular medio de transporte, permite vivenciar una jornada típica en Viedma/Patagones. Otra curiosidad del último tramo del Río Negro es que está sujeto a las mareas que afectan su desembocadura en el mar. En Viedma/Patagones, a algo más de 30 km de distancia, la altura del río sube y baja alternativamente, dos veces por día, más de 2,5 metros. Eso obliga a que los embarcaderos sean flotantes. Aclaremos este punto: no se trata de que el agua de mar ingrese tantos kilómetros río arriba. La explicación es más sencilla. Al subir la marea en la desembocadura, impide o retarda la descarga del agua del río, la embalsa literalmente, generando el aumento de nivel en su curso inferior.

Seguimos el curso del Río Negro, desde su nacimiento hasta su desembocadura. Es un recorrido que impacta, y lo recomendamos.
Publicada originalmente en turismociencia.unc.edu.ar, un portal recomendado para visitar.
Guillermo Goldes