

Encerrados en nuestro propio modo de ver el mundo.
Encallados en lo que perpetúa los privilegios que podemos haber recibido.
Ciegos a la multiplicidad, la heterogeneidad, el enjambre de vidas y experiencias que ofrece la especie.
Participando en dispositivos de opresión o colaborando con ellos al no ser capaces de verlos.
Convencidos de que hay un modo correcto. El nuestro. Y que los demás todavía no han entendido no han comprendido, no han abierto los ojos.
Ese modo de esclavitud (propia y ajena) se reproduce en todos los ambientes. Cuando se desestima la palabra de alguien por su pertenencia racial, de género, política. Cuando se ridiculiza, se desvaloriza, se estigmatiza. Cuando se recurre a estereotipos para invalidar lo que el otro dice, lo que el otro ve.
¿Cómo desarmar esa criatura que parece funcionar por sí misma?
¿Cómo hacer para reconocer, en nosotros, los gestos que ponen fuera lo que tenemos dentro?
¿Cómo desnaturalizar lo que parece dado?
Existe una herramienta poderosa.
Los libros.
La posibilidad de asomarnos a la lectura para que eso que vemos nos cambie, nos haga una huella, una muesca, nos impida quedar intactos.
Asomarnos al territorio en el que podamos conversar con nuestras convicciones y así saber si son fruto de elecciones o si vienen de la raíz del miedo, de haber aprendido a agachar la cabeza, a soportar, a permanecer en silencio, a repetir como autómatas que “las cosas son así”.
Asomarnos a la lectura para aprender de la experiencia humana. Para reconocernos parte de algo. Para descubrir con quién trabajaríamos y a quién dejaríamos que organice sus batallas de odio en soledad. Preguntarnos a quién benefician nuestros actos.
Asomarnos a la lectura para vernos.
Para no ser parte de lo que condenamos.
Para saber que no estamos solos.
Para pensar estrategias –sutiles, eficaces– que ayuden a cambiar todo lo que haya que cambiar.
Para asumir que el mundo se hace en lo que hacemos.
Pienso en aquel poema de Roberto Juarroz:
“Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.”
Los libros son una de las puertas al otro lado.
Como los encuentros.
Leer para comprendernos en los otros.
Leer para comprender a los otros en nosotros.
Leer para ser más sensibles en un mundo que cada día exige más ferocidad.
Leer para ser más libres.
Eugenia Almeida